¿Por qué es importante detectar cuál es el desencadenante de una crisis de angustia si en realidad no es su causa?

La causa de una crisis de angustia es un conflicto o acontecimiento traumático cuya importancia se ignoró o minimizó en el pasado, provocando que tal conflicto o acontecimiento quedara sin resolver. Pudo ocurrir poco o mucho tiempo antes del momento en que estalló la crisis, pero la característica fundamental es que su gravedad pasó inadvertida y, por tanto, ahora no se relaciona con la irrupción de la crisis. Es decir, si preguntamos a quien ha sufrido una crisis de angustia qué cree que la ocasionó, inevitablemente, la respuesta será: «no lo sé». Ahora bien, disponemos de un elemento importante que nos ayudará a descubrirlo: el desencadenante de la crisis.

El desencadenante de la crisis es un acontecimiento que no posee relevancia por sí mismo, pero guarda una relación de similitud con la causa que la provocó. Es decir, si analizamos las características del desencadenante averiguaremos cuál puede ser la causa. No obstante, si el desencadenante es una circunstancia de la vida diaria intrascendente por sí misma, ¿cómo sabemos que se trata del desencadenante?

Hemos afirmado que se establece un mecanismo de acción-reacción entre la circunstancia desencadenante y la eclosión de la crisis de angustia. Por consiguiente…

 

si nos detenemos a analizar las circunstancias inmediatas en las que la crisis aconteció, averiguaremos cuál pudo ser su desencadenante.

 

Si, por ejemplo, preguntamos a quien ha sufrido una crisis, qué estaba haciendo, dónde se encontraba, qué había ocurrido, etc., en el momento que estalló o unos minutos u horas antes, seguramente obtendremos algún detalle que permitirá desenmascararlo. Y a partir de él, podremos iniciar la investigación hasta descubrir la causa. Es lo que intentaremos hacer en la historia de Mercè, que acudió a consultar a causa de su angustia.

 

Mercè tiene 38 años y vive en una urbanización a las afueras de Tarragona, en una casa de dos plantas independientes que compraron sus padres cuando era pequeña. Fue allí hace 8 años, al casarse, y al poco tiempo se instalaron sus padres en el piso de abajo.

«A pocos metros de mi casa vive una amiga que, junto con mis padres y mi marido, son las únicas personas con las que suelo relacionarme desde hace tres años. En estos últimos tres años no me he atrevido a hacer nada por mí sola, ni siquiera quedarme en casa. Me gustaría poderme reunir con otras madres del colegio de mi hijo de cuatro años, pero pienso que si sufriera una crisis de angustia o me encontrara mal, ellas no serían capaces de socorrerme. Solo confío en mis padres, mi marido y mi amiga. Solo con ellos me siento tranquila y puedo hacer cosas», explica Mercè.

Hace tres años Mercè sufrió una crisis de angustia por primera vez, poco después de morir un tío suyo. «Estaba en casa cuidando de mi hijo y empecé a pensar que al fallecer mis padres me quedaría sola, puesto que no tengo hermanos. Me puse muy triste y empecé a sentir que me faltaba el aire y que me mareaba. Me senté, no sabía qué me pasaba.» Su esposo estaba en el trabajo y sus padres habían salido a pasear. Avisó a su amiga para que viniera y la acompañara al médico. En urgencias le dijeron que se trataba de una crisis de angustia. Desde entonces no se atreve a quedarse sola en casa  porque tiene miedo de que le vuelva a suceder. «Alguna vez lo he intentado, pero la sensación de pánico me bloquea, siento ahogo y necesito salir corriendo. En esos momentos no veo nada ni a nadie.» Solo puede quedarse sola en casa si sus padres están en el piso de abajo o su amiga en la suya, cerca de ella. Si no es así, les acompaña adonde tengan que ir.

«De pequeña fui una niña muy miedosa y mis amigas continuamente se burlaban de mí.» A los 8 años, jugando en el colegio con las compañeras, la encerraron en el ascensor y lo hicieron subir hasta la última planta, con la mala suerte de que en aquel momento hubo un corte en el suministro eléctrico y el ascensor se quedó encallado entre dos plantas durante casi media hora. Mercè chillaba, lloraba y no dejaba de golpear la puerta. Enseguida acudió una profesora e intentó tranquilizarla desde el rellano de la escalera, pero Mercè no atendía a nada y cada vez gritaba con más desesperación. Finalmente, se encendió la luz del ascensor y arrancó hasta la siguiente planta, donde pudo salir. «Fue una experiencia que nunca he podido olvidar y que me ha marcado notablemente, porque cada vez que estoy en un lugar cerrado empiezo a pensar que podría quedar atrapada sin poder salir.»

«Era una niña muy tímida y lo seguí siendo durante muchos años. En la adolescencia no quería ir de fiesta con las amigas y los fines de semana me quedaba en casa con mis padres. A los 19 años empecé a salir y al poco tiempo conocí al que sería mi marido. Me casé y viví tranquila hasta hace tres años, cuando aparecieron aquellos miedos.»

Mercè explica que su madre era una persona triste y solitaria, a quien le costaba tener iniciativas. «Muchas veces la veía llorar. Ella lo achacaba a que sus padres murieron siendo pequeña.» Por otro lado, define a su padre como alguien sobreprotector. «Nunca me animó a que saliera con amigos. Al contrario, siempre me decía que era en casa donde estaría mejor.»

 

Recapitulemos: De pequeña, Mercè era una niña miedosa que no sabía defenderse de las bromas pesadas que sus amigos le gastaban. Durante la adolescencia no se atrevió a salir y divertirse. Sus padres la sobreprotegieron pero no pudieron ayudarla a crecer y que se sintiera segura de sí misma. Al conocer a su pareja y casarse, Mercè gozó de una etapa de tranquilidad. Hace cuatro años tuvo un hijo y a los pocos meses falleció un tío, tras lo cual aparecieron la crisis de angustia y la agorafobia. ¿Cuál es la causa y cuál el desencadenante? Veámoslo.

Mercè fue una niña y una adolescente tímida e insegura, que creció bajo la sobreprotección de los padres. El fallecimiento del tío hace tres años la llevó a pensar en qué sería de ella cuando sus padres faltaran, es decir, la confrontó con el miedo a sentirse sola. En ese mismo instante sufrió una crisis de angustia. Podemos afirmar, por tanto, que el fallecimiento del tío desencadenó la crisis de angustia y la posterior agorafobia. Pero ¿cuál pudo ser la causa?

Pocos meses antes de que el tío muriera y ella sufriese la crisis de angustia, había ocurrido otro acontecimiento importante en la vida de Mercè: el nacimiento de su hijo. La maternidad es una etapa que, sin duda alguna, pone a prueba la fortaleza y la autoconfianza de las personas.1 El hecho de que la crisis de angustia aconteciera estando sola con su bebé, hace pensar que convertirse en madre pudo reactivar en Mercè los miedos que la habían acompañado durante la infancia y la adolescencia. Por ejemplo, el que sintió aquella vez que se quedó encerrada en el ascensor.2 El nacimiento de su hijo, por tanto, pudo ser la causa que, tras el fallecimiento del tío, dio lugar a la crisis de angustia. Inmediatamente después apareció la agorafobia, que le proporcionó un entorno de sobreprotección y la liberó del miedo a sentirse sola. Expresado de otro modo: su miedo a estar sola en determinados lugares o circunstancias (es decir, la agorafobia) está encubriendo, en realidad, su miedo a sentirse sola.


  1. Es habitual que durante los primeros años de la maternidad y paternidad aparezcan todo tipo de temores: ¿sabré cuidar de un hijo?, ¿debería hacerlo de otro modo?, ¿le estaré haciendo daño?, ¿otras madres o padres lo hacen mejor que yo?, etc.
  2. Podríamos interpretar que el trauma que Mercè vivió de pequeña al quedar encerrada en el ascensor fuera la causa de su actual agorafobia. Sin duda que se trata de una circunstancia traumática vivida en la infancia cuyas secuelas han podido contribuir en el posterior desarrollo de su agorafobia. No obstante, el episodio del ascensor no ocurrió de forma casual sino que se produjo en un contexto concreto: el acoso y burla por parte de sus amigos. Mercè explica que sus amigos continuamente se burlaban de ella y eso hace pensar en su debilidad y dificultad para defenderse y hacerse valer. Es decir, nos inclinamos a pensar que el miedo ya se había adueñado de Mercè mucho antes de que quedara atrapada en el ascensor.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

http://agorafobia.paumartinez.cat 

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