¿Por qué el desencadenante sí tiene capacidad para desatar una crisis?

Hemos afirmado que para que se desate una crisis de angustia es necesario que la causa que la provoca encuentre un elemento detonante. ¿Qué tipo de circunstancia puede actuar como detonante…

 

El desencadenante de la crisis de angustia es una circunstancia que no tiene mayor relevancia por sí misma (por este motivo burla todo mecanismo psíquico de control),

 pero al contener características que son parecidas a la causa de la crisis,

la rememora y consigue despertarla del estado de latencia.

 

En otras palabras, el desencadenante hace rememorar en el aquí y ahora un trauma que conmovió en el pasado. Al guardar algún tipo de similitud con la causa de la crisis de angustia, el desencadenante funciona como un detonador.

Anteriormente hemos afirmado que la causa de la crisis de angustia pudo producirse mucho tiempo atrás. El desencadenante, en cambio, actúa poco antes de que esta se manifieste. Puede tratarse de un instante, algunas horas o días, pero no mucho más tiempo, porque funciona como un mecanismo de acción-reacción. Generalmente, se trata de un hecho que guarda una estrecha relación con la causa de la crisis: por ejemplo, una escena concreta de una película o un programa de televisión, un comentario efectuado por alguien, una noticia determinada, un sueño al dormir, etc. En el caso de Verónica, la escena de desamor en la telenovela.

Desde que acontece una circunstancia desencadenante hasta la aparición de la crisis de angustia se suceden las siguientes fases:

 

  1. La circunstancia desencadenante (un hecho que por sí mismo no tiene relevancia) despierta una idea o pensamiento que está conectado con un trauma o conflicto inconsciente sin resolver. (En el ejemplo de Verónica, la circunstancia desencadenante es la escena de la telenovela.)
  2. Dicha idea o pensamiento, que la circunstancia desencadenante ha despertado, aparece y desaparece fugazmente, como si se tratara de un destello, pero es capaz de generar angustia (del mismo modo que cuando el bosque está ardiendo ya no queda rastro del rayo que causó el incendio).24
  3. La angustia desencadena cambios metabólicos bruscos y repentinos (sudoración, taquicardia, hiperventilación, etc.). En el ejemplo de Verónica, el dolor que despierta en ella la escena de la telenovela provoca un arranque de llanto.
  4. Al no haber constancia de aquella idea o pensamiento que actuó de forma fugaz provocando la angustia, solo queda la presencia de dichas alteraciones metabólicas. (Verónica no entiende por qué la escena que ha contemplado en el televisor ha podido causar tal reacción en ella.)
  5. Las alteraciones metabólicas cobran una relevancia absoluta y se interpretan como señales de un ataque cardíaco.

 

En el apartado 6 de este mismo capítulo, en el que introducimos el concepto de «crisis de angustia», afirmamos que una crisis de angustia atraviesa tres fases: en primer lugar, una alteración metabólica brusca; a continuación, la interpretación por parte del pensamiento de que se trata de una enfermedad que puede poner en peligro la vida de una forma inmediata, lo cual incrementa aún más la angustia; cuando la crisis ha remitido y se accede de nuevo al estado de reposo, se inicia una tercera fase caracterizada por la irrupción del temor a que se vuelva a repetir. Pero acabamos de explicar que una crisis de angustia eclosiona por la acción de un desencadenante, que es un pensamiento angustiante, y ello nos obliga a corregir el anterior esquema y añadir una fase previa.

Analicémoslo: con anterioridad a la irrupción brusca de las alteraciones metabólicas que caracterizan la crisis de angustia, se desarrolla una fase previa protagonizada por un pensamiento o idea aterradora, que aparece y desaparece en el pensamiento como si se tratara de un destello, y que genera angustia. Este pensamiento ha surgido como consecuencia de una circunstancia desencadenante, es decir, aquella que guarda una similitud con un conflicto inconsciente. Afirmamos, por consiguiente, que

 

una crisis de angustia se desencadena por una circunstancia de la vida cotidiana que, de forma sutil, rememora un conflicto inconsciente no resuelto, haciendo aparecer fugazmente en el pensamiento una idea angustiante que es capaz de poner en marcha el conjunto de alteraciones metabólicas que caracterizan el estado de pánico.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

http://agorafobia.paumartinez.cat 

www.paumartinez.cat