La identificación con los miedos de los padres

Pol, que tiene 4 años, estaba acostumbrado a jugar con el perro de los propietarios de un comercio cercano a la escuela, a pesar de que a sus padres, poco amigos de los animales, esta confiada actitud les generaba un cierto temor. No obstante, nunca le dijeron que no lo hiciera. Se trataba de un pastor alemán, juguetón y cariñoso, que correteaba al lado de los niños cuando salían del colegio por la tarde. Pol, como sus amiguitos, le gustaba acercarse a él y llevaba meses haciéndolo hasta que un día, de repente, empezó a mostrarle pánico: cuando el perro se le aproximaba, Pol se asustaba y echaba a correr. Sus padres le preguntaron con insistencia si ese perro o algún otro le había mordido recientemente, o si había visto morder a otro niño, pero Pol siempre respondía negativamente. Durante algunos meses Pol fue incapaz de acercarse a ningún perro, ya fuera grande o pequeño. Aprovechando que durante las vacaciones de verano Pol disfrutaba de unos días en la casa de campo de los abuelos, estos le ayudaron a aproximarse poco a poco al perro que tenían, hasta conseguir que el miedo a los perros le desapareciera.

 

Recapitulemos: a los padres de Pol, que eran un tanto sobreprotectores, no les gustaba verle jugar de forma tan confiada con aquel perro. Es de suponer que, sin quererlo, le transmitieron su temor. Un comportamiento normal de los padres es que al querer ayudar a sus hijos a que sean autónomos, involuntariamente les pueden infundir sus propios miedos: «vigila», «no corras», «no te sueltes de la mano», «no te caigas», «no te alejes», «no te subas», «ten cuidado», «te puede morder», «te puedes caer», «te puedes perder», y así, un sinfín de advertencias sobre los «peligros» del mundo. Es decir, es fácil que los niños acaben identificando como propios los miedos que sus padres padecen. Esta es una posible explicación de por qué, sin causa aparente, Pol empezó a tener miedo del perro con el que siempre había jugado. No obstante, la forma misteriosa como irrumpió en Pol la fobia a los perros sugiere que, además del temor que tenían los padres a que pudiera ser mordido, debió de influir algún otro factor, como intentaremos mostrar a lo largo de este capítulo.

 

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

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