La ansiedad anticipatoria y la escalada del miedo: miedo al miedo

La crisis de angustia se experimenta como una vivencia de muerte. Es, por tanto, una experiencia traumática y, como tal, surge el miedo de que pueda volver a repetirse. Vivir con el miedo a que un suceso se repita es lo que se denomina «ansiedad anticipatoria». La ansiedad anticipatoria es un mecanismo que está al servicio del instinto de conservación y su función es detectar a tiempo un posible peligro. Quien ha sido víctima de un robo en una calle solitaria de una ciudad evitará alejarse de los lugares concurridos y sospechará de cualquier persona que se le aproxime. Es decir, en un principio, la función de la ansiedad anticipatoria es prevenir que la crisis de angustia se repita. No obstante, contrariamente a su función, ¡eso es precisamente lo que acaba consiguiendo! Aclarémoslo.

Al explicarle a alguien un acontecimiento que nos ha sucedido, solemos hablar sin titubear, expresando con claridad las ideas que queremos comunicar. Pero, si por algún motivo, tenemos miedo a que en el transcurso de nuestro relato trastrabillemos, tartamudeemos o nos entrecortemos, probablemente, eso será lo que acabará sucediendo. Algo parecido ocurre con el dormir. Si nos obsesionamos con que no conciliaremos el sueño, esa noche seguramente no dormiremos. Para quedarnos dormidos conviene que estemos relajados, del mismo modo que para hablar con fluidez es necesario olvidarnos del miedo a que nos entrecortemos. Hay funciones, como dormir, hablar o caminar, que deben desarrollarse de forma espontánea, sin ningún tipo de presión o autocontrol. De lo contrario, la autosugestión puede jugarnos una mala pasada.

Vivir con el miedo a sufrir una crisis de angustia predispone a que esto termine sucediendo tarde o temprano, puesto que la ansiedad anticipatoria desencadena lo que podemos denominar «escalada del miedo». La «escalada del miedo» es una espiral de pensamientos que se retroalimentan e incrementan paulatinamente su contenido angustiante. El ejemplo siguiente puede servirnos para intuir cómo transcurre la cadena de pensamientos antes de sufrir una crisis de angustia: «Hace algunas horas que me siento tranquilo y bien. Me había olvidado de que sufro angustia. No obstante, es extraño que haya estado relajado durante tanto tiempo. Tal vez me estoy encontrando mal pero no me doy cuenta. Es decir, me estoy engañando a mí mismo con el fin de no aceptar que estoy muy angustiado. Es cierto, empiezo a notar ansiedad, lo cual significa que voy a sufrir una nueva crisis. Yo no quiero que me ocurra pero sé que no puedo evitarlo. Cada vez me encuentro peor. Ahora ya es tarde para controlarlo. Empiezo a sentir que me falta el aire…»

La escalada del miedo es como una escalera que una vez ascendido el primer peldaño, resulta muy difícil volver atrás. Se trata de un mecanismo autogenerado, es decir, basado en la autosugestión. Hay quien afirma: «Sé que soy yo mismo quien se provoca la angustia, pero no sé cómo hacer para evitarlo».

 

Rebeca tiene 17 años y hace unos meses sufrió un mareo mientras cenaba, que la hizo caer al suelo. Le realizaron pruebas médicas y ningún hallazgo resultó relevante. No obstante, desde entonces tiene miedo de quedarse sola en casa, por si vuelve a desmayarse y no hay nadie a su lado para que pueda socorrerla. Tras este episodio, estuvo unos días yendo a casa de sus abuelos al salir del instituto, mientras aguardaba a que sus padres llegasen del trabajo.

Poco a poco se ha acostumbrado a quedarse sola durante unos minutos, pero debe hacer cosas para distraerse si no quiere terminar pensando en que se desmayará. Cuando irrumpe esta idea en su mente, no le queda otro remedio que salir a la calle, dirigirse a una tienda cercana cuyos dueños son amigos de sus padres, y quedarse con ellos hasta que se tranquiliza. «Un día que me quedé sola en casa, para distraerme y no empezar a pensar que me iba a desmayar, me puse a escuchar música, pero de repente me di cuenta de que estaba sola y me entró pánico», explica Rebeca.

Cuando se queda sola en casa está preparada por si se encuentra mal y tiene que salir corriendo a la calle. Si es invierno lleva puesto el abrigo y las botas, y siempre con las llaves en el bolsillo. Por otro lado, evita sentarse en el sofá a ver la televisión, «porque si me relajo es más probable que acabe pensando en la idea de desmayarme», especifica. El otro día consiguió quedarse dos horas pero llegó un momento en que se dijo: «No es normal que haya podido aguantar tanto tiempo sin angustiarme y eso significa que en cualquier momento me ocurrirá. Mejor que me vaya». ¡Y salió disparada!

 

Recapitulemos: cuando se queda sola en casa Rebeca piensa que, si se desmaya, nadie lo advertirá y no podrán ayudarla. Para evitar caer en esa idea angustiante intenta hacer actividades que la distraigan. No obstante, se viste con la ropa necesaria para salir corriendo por si de repente empieza a sentirse mal. No se da cuenta de que esa actitud preventiva es, precisamente, la causa de que no pueda permanecer tranquila en casa. Es difícil que se olvide de su angustia si, con un ojo está mirando la forma de distraerse y con el otro, ¡la de salir corriendo!

Para sintetizar, diremos que son tres los momentos por los que transcurre la crisis de angustia: un primer momento, protagonizado por el metabolismo, que empieza a manifestarse de una forma extraña e inesperada; un segundo momento, que corresponde a la interpretación mental que la persona hace de tal alteración, y      que provoca que aún se intensifique más; y un tercer momento, que ocurre una vez que la crisis de angustia ha remitido, al generarse el miedo a que pueda volver a producirse. En este tercer momento comprobamos que la crisis de angustia se comporta como una experiencia traumática. ¡Se tiene miedo a tener miedo!

En un párrafo anterior hemos señalado que la ansiedad anticipatoria es uno de los factores que, de forma autosugestiva, causa la aparición de la crisis de angustia. La ansiedad anticipatoria que surge tras haber sufrido una primera crisis de angustia funciona, efectivamente, como la «escalada del miedo» y conduce inevitablemente a una nueva crisis. No obstante, deberíamos preguntarnos ¿cómo se produjo la primera crisis de angustia, es decir, aquella en la que aún no existía la experiencia de haberla sufrido anteriormente?

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

http://agorafobia.paumartinez.cat 

www.paumartinez.cat