Introducción

Imaginemos a un niño de 9 años, al que llamaremos Alberto, intentando resolver el siguiente problema de matemáticas: «Si un carpintero fabrica 6 sillas de madera en 2 horas, ¿cuántas sillas podrá fabricar en 5 horas?».

Al leerlo, Alberto recuerda otro problema matemático sobre sillas de madera que se había planteado días atrás y que se resolvía sumando todas las cifras que aparecían en el enunciado. Por tanto, la respuesta al problema de ahora es, 6 + 2 + 5 = 13. El carpintero podrá fabricar 13 sillas de madera. No obstante, antes de entregar el ejercicio al profesor, reflexiona y se da cuenta de que aquel enunciado era distinto al actual. Se trataba de calcular cuántas sillas de madera había en tres aulas y, consecuentemente, la solución consistía en sumar el número de sillas de un aula, con el número de sillas de la otra y el número de sillas de la tercera. Efectivamente, aquel enunciado planteaba un problema distinto, lo cual significa que aquella estrategia de cálculo no puede aplicarse al presente ejercicio. Alberto se siente confundido, cree que es un problema muy complicado y no sabe por dónde empezar. Está dispuesto a decirle al profesor que no lo entiende, pero antes de levantarse de la silla y dirigirse hacia él, vuelve a leerlo.

En una hoja de papel se le ocurre dibujar una circunferencia y 6 sillas en su interior. Representa el número de sillas que el carpintero puede fabricar en dos horas. Alberto permanece un instante sin saber cómo continuar, creyendo que ese dibujo no tiene utilidad alguna, una prueba de que él no entiende de matemáticas. Tras unos instantes de confusión, recuerda las últimas explicaciones del profesor acerca de las multiplicaciones y las divisiones. Vuelve a leer el enunciado y observa el dibujo que ha hecho. Se le ocurre trazar una línea que divide la circunferencia en dos, de tal modo que cada semicírculo resultante contiene 3 sillas y representa el tiempo de una hora. Si en una hora el carpintero puede fabricar 3 sillas, solo queda multiplicar ese número por las 5 horas que dicta el enunciado. El problema ya está resuelto: en 5 horas el carpintero podrá fabricar 15 sillas de madera. Lo repasa y entrega al profesor quien, minutos más tarde, lo explica en la pizarra. Alberto comprueba que lo ha hecho bien y se siente orgulloso. ¡Las matemáticas están empezando a gustarle!

 

¿En qué momento de esta historia podemos afirmar que Alberto consiguió solucionar el problema? ¿Al obtener la cifra final de 15 sillas o al entender que la clave consistía en calcular el número de sillas que el carpintero podía fabricar en una hora? Podemos afirmar que Alberto solucionó el problema cuando lo entendió porque, una vez entendido, ya solo se trataba de aplicar una serie de operaciones de cálculo rutinarias.

 

¿Por qué empezar un libro sobre agorafobia y crisis de angustia tratando de problemas matemáticos? El miedo a pasear por una avenida, permanecer en una sala de cine o viajar en un transporte público se denomina «agorafobia» y es un problema que se le plantea a quien lo padece. Decimos que se trata de un problema de tipo psicológico. Pero, igual que ocurre con las matemáticas, cuando el problema de la agorafobia se entiende, la solución se revela, porque entender es el primer paso para resolver cualquier tipo de problema, y eso es lo que nos proponemos conseguir en el presente libro.

 

La agorafobia suele presentarse siempre de una misma forma: miedo de salir a la calle, viajar en transporte público, frecuentar un lugar concurrido, etc. ¿Eso significa que todos los casos de agorafobia tienen origen en el mismo problema? No. Igual que existen miles de problemas matemáticos distintos sobre sillas de madera (¿cuántas sillas de madera serán capaces de fabricar dos carpinteros en un día?, ¿cuántas sillas de madera caben en una aula?, ¿cuántas sillas de madera puede transportar un camión?, etc)…

 

 el problema de la agorafobia puede obedecer a causas distintas y,

 para conseguir resolverlo,  

es necesario atender a la historia particular que cada persona ha vivido.

 

Dicho de otro modo, detrás de cada problema matemático hay un enunciado diferente, y detrás de cada agorafobia, una historia personal. Esto es lo que en las próximas páginas intentaremos mostrar, con la ayuda de los relatos que nos explicarán sus propios protagonistas.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

http://agorafobia.paumartinez.cat 

www.paumartinez.cat