Entender ayuda a contener la angustia

En la puerta de embarque los pasajeros aguardan formando una larga fila delante del mostrador. El vuelo tenía que haber partido hace treinta minutos pero aún no ha llegado nadie de la compañía. El panel luminoso ha dejado de anunciarlo y solamente informa de que se trata de una incidencia técnica, y no precisa cuándo despegará el avión. Los pasajeros no saben qué hacer. Si continúa el retraso algunos perderán su vuelo de enlace y otros no llegarán a tiempo a la cita o reunión para la que viajaban. Según a qué hora parta, puede que ni siquiera valga la pena hacer el viaje. Finalmente, después de dos horas de espera, la pantalla del monitor informa de que va a procederse al embarque e, inmediatamente, empieza a llegar el personal de abordo.

Los pasajeros están molestos y su principal queja va dirigida al hecho de no haber recibido apenas información durante todo ese tiempo. Efectivamente, inquieta verse envuelto en un problema y no saber qué está sucediendo. En un apartado anterior afirmamos que la crisis de angustia es el resultado de una escalada de angustia que, al no encontrar explicación alguna que la justifique, crece sin control y de forma desatada. Comparamos esa situación con la sensación de pánico al despertar de una pesadilla, que perdura hasta advertir que se trataba de un sueño y no de un hecho real. Es decir, conocer cuál es la causa de la angustia actúa como un dique que pone freno a su escalada, porque se empieza a comprender que puede haber una solución.

En la Introducción de este libro planteamos el ejemplo de un niño que debía resolver un problema de matemáticas. Con ello intentamos mostrar que la solución de cualquier tipo de problema, ya sea científico o humano, se obtiene una vez que se comprende. El problema de la agorafobia y la crisis de angustia, como se ha señalado en capítulos anteriores, obedece a la misma regla: al tratarse de una causa inconsciente, no se consigue encontrar una explicación que permita frenar la irrupción de angustia, por lo que crece de forma descontrolada. ¿Qué hacer para contenerla? Volvamos al ejemplo de los viajeros que esperan en el aeropuerto.

Si aquellos pasajeros del aeropuerto hubieran sido informados de la magnitud del retraso, habrían podido pensar en alguna solución: buscar un vuelo alternativo u otro medio de transporte, cancelar la reserva del hotel, volver a casa y cambiar los planes previstos o simplemente ir a comprar un libro y esperar. Es decir, si hubieran sido informados habrían podido enfrentarse cara a cara con el problema que se les presentaba. Sin duda que resultaba complicado tomar cualquiera de esas decisiones pero todavía era mucho peor no saber qué estaba sucediendo y sentir que minuto a minuto su inquietud iba en aumento.

Del mismo modo, al conseguir entender las causas de la angustia se descubre qué es necesario hacer para librarse de ella. Es decir, se comprende que existe una solución, y este conocimiento, por sí mismo, ya actúa como un dique contenedor.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

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