El temor a los propios sentimientos

Antes de finalizar el presente capítulo conviene señalar que hay ocasiones en que la experiencia traumática no está referida a las circunstancias del entorno, sino que está desencadenada por los propios sentimientos. La historia de Alba ayudará a aclararlo.

 

Alba tiene 35 años y vive en Teruel. Desde hace dos años siente que ha perdido la ilusión y solo tiene ganas de llorar. Se limita a trabajar y a poco más. Antes de encontrarse así le gustaba salir con las amigas pero ahora prefiere quedarse en casa, «porque allí me siento tranquila, nadie me molesta, nadie me dice nada», explica Alba. Le gusta leer pero actualmente le cuesta mucho concentrarse. Le encantan las novelas de amor y se considera una persona romántica.

Alba se separó del padre de su hijo cuando este cumplió dos años. Ella y el pequeño se fueron a casa de sus padres puesto que no tenían otro lugar adonde ir. De esa circunstancia hace ya 14 años. No obstante, vivir allí no fue fácil. «Desde pequeña había visto a mi padre levantarse por la mañana y empezar a beber, y continuar haciéndolo durante todo el día. Nos insultaba, daba golpes en las puertas, chillaba. Le teníamos miedo. Por este motivo no quería volver con mis padres al separarme, pero no me quedó otro remedio.» Al poco tiempo de estar conviviendo con ellos, el padre de Alba empezó a quejarse de su hijo y un día destrozó la cajonera donde el pequeño guardaba sus juguetes. «Durante muchos años mi madre y yo habíamos soportado el mal genio de mi padre, pero cuando rompió la cajonera del niño, dije basta.» Le explicó a su madre que no podía más y que se iba con su hijo a vivir a otro lugar. La madre de Alba reaccionó y acudió a la policía a denunciarlo. El juez dictó una orden de alejamiento contra el padre, pero continuamente la quebrantaba y, aunque la madre volvía a denunciarlo, nunca le fue impuesta pena de prisión. «Al último juicio ni siquiera se presentó y no le pasó nada. Creo que no se hizo justicia. Éramos nosotras quienes teníamos que escondernos de él. Hace unos meses, por unos familiares, supimos que había muerto de una parada cardíaca», explica Alba.

Desde que se separó, Alba no volvió a tener más parejas, hasta que conoció a Bernal algunos años después. Pero hace diez meses, tras haber vivido tres años juntos, rompieron. «Como mi padre, Bernal también bebía, era muy celoso y continuamente controlaba lo que yo hacía. Cuando se enfadaba daba golpes y rompía cosas. La relación fue de mal en peor, pero yo quería seguir intentándolo. Llegó un momento en que también empezó a meterse con mi hijo y no pude seguir tolerándolo. Decidí dejarlo. No lo denuncié para no tener que volver a pasar por la pesadilla de los juicios.»

Hace diez años que Alba trabaja de operaria en una cadena de montaje, en el turno de seis de la mañana a dos del mediodía, de lunes a viernes. Le gusta su labor y está bien valorada por sus jefes. Se considera una buena compañera y acostumbra a reírse con las anécdotas que todos explican. Pero los fines de semana y, cuando llega a casa, se queda allí encerrada. «No salgo a la calle porque me siento mal. Me da miedo la gente. Cuando me dirijo al trabajo a las cinco de la mañana voy tranquila porque no hay nadie por la calle. En cambio, cuando regreso a las dos del mediodía, estoy más nerviosa.»

Alba evita ir a determinados lugares porque teme encontrar a Bernal, quien también vive en el centro de Teruel. «Si me dijeran que se ha ido de la ciudad seguramente no tendría tantos problemas para salir de casa. Temo que Bernal pueda hacerme daño si me ve, pero también temo mi reacción… Soporté mucho por su culpa y ahora siento mucha rabia contra él. No sé qué podría llegarle a hacer si me lo encontrara de cara. Pero, a la vez, también tengo miedo de lo contrario, que intentara seducirme y volver a caer en sus brazos. Si eso ocurriera sería la perdición para mí y mi hijo. Asumo que tarde o temprano coincidiré con él porque vivimos en lugares próximos», explica.

 

Recapitulemos: Alba no quiere salir de casa y únicamente lo hace para ir a trabajar. Las amigas la telefonean durante el fin de semana pero ella prefiere no salir. Podríamos interpretar que esa conducta puede tener que ver con un estado de decaimiento, condicionado entre otros factores, por el dolor que le produjo la reciente muerte de su padre ya que, a pesar de haber querido mantenerse alejada de él, sabemos que los sentimientos hacia los progenitores siempre son ambivalentes. No obstante, Alba explica que en su trabajo se siente enérgica y que le gusta bromear con sus compañeros, señal de que goza de un buen estado de ánimo. Descartamos, por tanto, que su negativa a salir se deba al hecho de haber contraído una depresión. Por otro lado, se define como una mujer romántica, lo cual hace pensar que el aislamiento al que se somete no es debido a que no quiera relacionarse con los demás, sino a alguna otra causa, como podría ser el miedo a salir de casa. Pero si tuviera miedo a salir a la calle ¡no sería capaz de ir tranquila cuando se dirige a su trabajo a primera hora de la mañana, como explica que hace!

Al final del relato, Alba descubre el misterio de su extraño comportamiento: teme encontrarse en la calle con Bernal, por la reacción que uno y otro pudieran tener. Para evitarlo, ha empleado un remedio infalible: salir de casa lo menos posible. Es decir, la agorafobia es para Alba una forma segura de evitar coincidir con él. Explica que tiene miedo de que Bernal la agreda. Pero, a su vez, también teme lo contrario: no poder controlar el rencor que aún le guarda y ser ella quien agreda a él. Y aún teme algo más: que él intente de nuevo seducirla y que ella no sea capaz de oponerse.

 

Sintetizando: la agorafobia es una medida defensiva infalible para evitar ser víctima de un peligro que procede del entorno; en el caso de Alba, efectivamente, no salir a la calle impide encontrarse con Bernal ante el riesgo de que este la agreda. Pero, en algunas circunstancias…

 

la agorafobia también es una medida de protección para no sucumbir

ante los propios sentimientos, ya sean estos hostiles o amorosos.

 

Efectivamente, Alba también teme encontrarse con Bernal por la reacción que ella podría tener al verlo. Una de las contribuciones más importantes de Freud a la ciencia de la Psicología, ha sido mostrar que existen traumas inconscientes causados por los propios deseos y sentimientos, y que estos traumas pueden acabar produciendo síntomas psíquicos, como por ejemplo, la agorafobia. En el próximo capítulo abordaremos más extensamente esta cuestión.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

http://agorafobia.paumartinez.cat 

www.paumartinez.cat