El círculo del miedo

La persona que padece agorafobia teme adentrarse en los lugares donde cree que podrá sufrir una crisis de angustia. Pero ¿por qué motivos habría de sufrir allí una crisis de angustia?, podemos preguntar. Por regla general, la respuesta es: «Porque se trata de un lugar donde no habrá nadie para ayudarme si sufriera una crisis de angustia». Este es un argumento contradictorio en sí mismo, un pez que se muerde la cola, un círculo cerrado que no conduce a ninguna parte. No obstante, difícilmente se obtendrá una explicación más aclaradora.

 

César tiene 68 años. El verano pasado fue con su esposa a un hotel de la costa, un edificio que contaba con varios pisos, pasillos y amplias salas de estar. Su habitación era espaciosa y bonita, con una terraza desde la cual se divisaba el mar. No obstante, en ella César se sentía incómodo y agobiado. Imaginaba que, si por algún motivo tenía que salir deprisa del hotel, se perdería por los pasillos y le costaría llegar a la calle. Él y su esposa procuraron pasar la mayor parte del día en la playa o visitando los alrededores, pero no podía dejar de pensar en el momento de llegar por la noche a la habitación y que le sobreviniera la sensación de ahogo. Durante aquellos días de vacaciones, César casi no pudo dormir ni descansar. Su esposa le propuso cambiar de hotel, ir a otro más pequeño que no tuviera tantos pasillos, pero César hizo un esfuerzo y permaneció allí hasta que regresaron a casa.

En su último aniversario de bodas unos amigos les han regalado un viaje en un crucero, pero se siente incapaz de realizarlo porque el camarote está situado en un lugar alejado de cubierta. «Si me encuentro mal y tengo que salir, entre el camarote y la cubierta hay muchos pasillos y escaleras y eso me ocasionaría sentirme encerrado. Si el camarote estuviera situado cerca de cubierta sí iría, pero me han informado que esos ya están ocupados.»

 

Recapitulemos: César se sentía encerrado en su habitación del hotel, aunque disponía de una hermosa terraza con vistas al mar. También temía sentirse encerrado en el camarote, por el hecho de estar alejado de cubierta. ¡Pero, curiosamente, viajar en un barco rodeado de mar no le producía esa sensación! Probablemente, César necesita saber que, si lo necesita, puede salir. No importa de dónde o hacia dónde. Lo importante para él es poder salir. Si profundizamos en la historia personal de César, entenderemos por qué es tan necesario para él saber que, en un momento dado, podrá salir:

 

César trabajaba en el servicio de mantenimiento de una factoría cuando sufrió un incidente. Reparaba unas grietas en la cámara de un ventilador gigante que hacía tiempo que estaba en desuso, cuando de repente y sin saber por qué, este se puso en marcha. Las enormes hélices empezaron a girar a gran velocidad y la cámara donde se encontraba era tan pequeña y estrecha que César tuvo que pegarse a la pared para no morir troceado. Pidió auxilio pero el ruido del ventilador era tan intenso que nadie lo oyó. Mientras se mentalizaba que debía permanecer pegado a la pared hasta que alguien se diera cuenta y desconectara el mecanismo, advirtió que el polvo que se había acumulado en las hélices se desprendía de ellas y se esparcía por el aire haciendo imposible la respiración. Entonces César creyó que moriría asfixiado y empezó a pensar en sus hijos y su esposa. De repente, el ruido cesó y las aspas del ventilador se detuvieron. Salió de la cámara y cayó al suelo. Un compañero lo vio y llamó a la ambulancia. Los jefes de César no quisieron dar importancia a lo sucedido y él hizo lo posible por reincorporarse al trabajo al cabo de pocos días.

 

La «factura» le llegó a César años más tarde en forma de una agorafobia. Ahora necesita saber que allí donde se encuentre podrá salir.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

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