Detrás de la agorafobia hay una historia personal

A quien le resulta indiferente contemplar una cucaracha suele costarle entender que a otra persona el mismo hecho pueda producirle pánico. La causa de que una misma cucaracha provoque reacciones tan dispares es la misma que hemos analizado respecto a los distintos géneros de cine: la historia personal de quien se halla ante ese insecto. En este sentido podemos afirmar que el individuo que no experimenta ningún tipo de repulsión al contemplar una cucaracha, es porque al verla solo ve una cucaracha y nada más. En cambio, quien sufre fobia a las cucarachas, además de ver una cucaracha, su imaginación hace creerle que se trata de un ser terrorífico. Esmeralda explica que al ver una cucaracha ve al demonio. Por este motivo le aterran a pesar de saber que son inofensivas…

 

La contradicción es la característica esencial de cualquier tipo de fobia.

 

La contradicción a la que se ve sometido quien padece una fobia provoca un doble sufrimiento. Por un lado, porque la imaginación se apodera de la razón y hace creer en amenazas terribles y, por otro, porque querría dominarse la imaginación pero no se consigue. Sin duda, la fobia representa una amenaza para la autoestima de quien la padece. Podemos afirmar, por consiguiente, que el problema de la fobia radica en la imaginación, que a su vez está determinada por la propia historia personal. En otras palabras…

 

la historia personal es la responsable de que un determinado ser,

objeto o situación, cause pánico.

 

Alfredo tiene 25 años y a los 19 sufrió por primera vez una crisis de angustia, mientras viajaba en metro hacia el trabajo. «Nunca antes me había ocurrido nada parecido. De hecho, siempre aprovechaba el trayecto para dormir la siesta puesto que iniciaba mi turno a las tres de la tarde. Aquella mañana había tenido una fuerte discusión con mi madre, hasta el extremo de que llegó a decirme que me marchara de casa y que no volviera. Hacía un año que ella había iniciado una relación de pareja y yo me llevaba mal con aquel hombre. Había venido alguna vez a casa y me trataba como si él fuera el propietario y yo un extraño. Solía darme órdenes y me reñía si no le obedecía. Y lo peor de todo, es que mi madre siempre le daba la razón. La discusión empezó cuando mi madre me informó que vendría a vivir con nosotros. Me puse furioso y la insulté. Ella me pidió que me fuera y que no volviera.»

Pocos días después de aquella crisis de angustia que sufrió yendo al trabajo, Alfredo padeció otra crisis, esta vez en el cine. Desde entonces le cuesta permanecer tranquilo en un sitio cerrado porque teme quedar atrapado y no poder salir.

Hasta el día de la discusión con su madre la relación entre ellos siempre había sido cordial. Su padre murió cuando Alfredo tenía 5 años y ella se convirtió en la persona en quien confiar. «Era madre y amiga a la vez. Nuestra relación era tan estrecha que nunca eché a faltar la figura de mi padre.» Pocos días después de la discusión (y de sufrir una crisis de angustia por primera vez), Alfredo se fue a vivir con un amigo. Estuvo allí un par de meses y luego se mudó a un pequeño apartamento. «Desde entonces he ido pocas veces a ver a mi madre. Ella vive con su pareja y hace dos años tuvieron un hijo. Siento que mi madre de verdad ha muerto y la que a veces veo es otra persona.»

Pocos meses antes de sufrir la primera crisis de angustia, Alfredo había empezado a trabajar en el servicio de limpieza de una terminal de ferrocarril, donde aún continúa. «Allí se reúnen muchos vagabundos, gente sin techo, personas extrañas que hablan solas. A veces debo pedirles que se retiren a otro lugar para poder limpiar y, como suelen protestar, he de acabar enfrentándome a ellos. Cuando los veo, no puedo evitar preguntarme qué ha podido ocurrirles para estar así, y si yo también terminaré de ese modo. Si acaso un día empezaron a sentir la misma ansiedad que yo y fueron deteriorándose hasta llegar a la lastimosa situación en la que ahora se encuentran. Es un pensamiento que me horroriza y que intento evitar, pero no consigo quitármelo de la cabeza.»

 

Recapitulemos: la relación con la madre había sido tan estrecha que Alfredo nunca echó de menos la figura de su padre. Pero, a los 19 años, sintiéndose traicionado, se enfrentó a ella en una dura discusión y decidió abandonarla. Fue ella quien le dijo que se fuera pero en realidad él nunca ha intentado reconciliarse. Esa misma tarde, mientras iba en metro hacia el trabajo, sufrió su primera crisis de angustia. ¿Pudo haber influido en ello la discusión con su madre?

Hacía poco que había empezado a trabajar en una terminal de ferrocarril, donde a veces debe enfrentarse a vagabundos que no quieren moverse del lugar donde él ha de limpiar. Alfredo se pregunta si algún día acabará como ellos, solo y desquiciado, y explica que esta idea le horroriza. ¿Pudo ser ese pensamiento el que precipitara la crisis de angustia? No olvidemos que ocurrió pocos minutos después de que su madre le dijera que se fuera de casa.

Han transcurrido seis años desde entonces y, además de la agorafobia, hay otra serie de circunstancias que continúan estando presentes en su vida: el temor a acabar solo y desquiciado, tener que enfrentarse a vagabundos que no quieren moverse del lugar donde él tiene que limpiar, la relación rota con su madre… Estas circunstancias que vive y ha vivido, ¿guardarán alguna relación con la agorafobia que padece?

En los siguientes capítulos intentaremos mostrar que, efectivamente, la agorafobia se genera a raíz de determinados acontecimientos que han ocurrido en la historia personal de quien la padece, concretamente, a raíz de una o varias circunstancias conmovedoras que han superado la capacidad de hacerles frente. Pero, antes de terminar el presente capítulo, nos formularemos una nueva pregunta respecto al problema de la agorafobia que sufre Alfredo: este ha explicado que le horroriza pensar que un día pueda acabar como un vagabundo. Pero, si aparentemente no existe ninguna semejanza entre él y un vagabundo, ¿por qué teme que eso suceda? En su relato, Alfredo nos ha ofrecido una pista que posiblemente lo aclare: como los vagabundos a los que se enfrenta cuando no quieren moverse del lugar donde él tiene que limpiar, Alfredo tampoco quiere moverse de su lugar en el enfrentamiento que le mantiene distanciado de su madre. Es cierto que aparentemente no hay ninguna semejanza entre la vida de Alfredo y la de un vagabundo, pero en su inconsciente, sin que él se dé cuenta, comprobamos que se traza algún paralelismo.1


  1. En el estudio exhaustivo realizado por Freud sobre la fobia a los caballos de un niño de cinco años, al que llamó Hans, y que se complicó temporalmente con el desarrollo de una agorafobia, podemos comprobar la importancia que tiene la historia personal en la producción de los síntomas fóbicos. Freud, S., «Análisis de la fobia de un niño de cinco años», Obras Completas, X, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1988, págs. 3-118.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

http://agorafobia.paumartinez.cat 

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