Superar una experiencia traumática

Por regla general, una experiencia traumática no se olvida, pero las secuelas pueden llegar a desaparecer. Por ejemplo, no se olvidará un accidente de tren en el que fallecieron varios ocupantes de otro vagón, pero sí puede conseguirse que ese recuerdo no produzca una grave conmoción cada vez que asome al pensamiento. Tampoco se podrá olvidar una ruptura sentimental, pero sí tolerar la presencia de la persona en otro tiempo amada. A continuación exponemos una serie de factores que ayudan a debilitar la intensidad de las secuelas.

 

  1. El paso del tiempo es un factor mitigante del impacto de la experiencia traumática. Pero, como ya hemos señalado, los recuerdos traumáticos no se olvidan con la misma rapidez que el resto.
  2. Tras haber sufrido una experiencia traumática se teme volver a ser víctima de un suceso parecido y, por este motivo, suelen emprenderse conductas de evitación. No obstante, tales medidas preventivas contribuyen a que el miedo siga presente y que la autoconfianza de la persona se debilite cada vez más, no pudiendo decirse a uno mismo: «Es cierto que siempre existe la posibilidad de volver a sufrir un accidente de tren pero también es muy difícil que se produzca esa coincidencia», «Es cierto que podemos volver a ser atropellados por un vehículo, pero es muy difícil que ocurra si estamos alerta cuando cruzamos la calle». En este sentido, restablecer las rutinas cotidianas, aunque sea a un ritmo lento, contribuye a recuperar la confianza en uno mismo y en el entorno. En el apartado anterior hemos mencionado la historia de una madre cuya hija había sido agredida sexualmente por el marido de una amiga. Tras aquel suceso, la madre necesitó tiempo hasta que fue capaz de dejarla al cuidado de terceras personas. Como es lógico, al principio no podía separarse de ella.
  3. Otro factor que contribuye a reducir el impacto de una experiencia traumática es el alivio que proporciona el hecho de hablar de lo sucedido y explicar qué se sintió en aquel momento. El lenguaje es la herramienta más importante que tiene el ser humano para comunicarse y, por consiguiente, hablar es la forma más efectiva de desahogar un dolor contenido. Es por este motivo que corremos a comunicar una noticia que acabamos de saber, porque el hecho de explicarla atenúa la impresión que nos ha producido. Una experiencia traumática «guardada» en silencio difícilmente dejará de causar daño. Por tanto, la mejor forma de descargar el dolor que produce, es hablar de ella.
  4. A veces, para ser capaces de explicar un hecho conmovedor, primero es necesario llorar, porque el llanto contenido ahoga las palabras y no deja que sean pronunciadas.
  5. También ayuda el hecho de saber que los demás comprenden el dolor que una experiencia traumática ha ocasionado. Consuela que los amigos y familiares lo reconozcan. Por ejemplo, es el caso de un niño que ha sufrido algún tipo de acoso sexual, que si lo explica a sus padres y estos le escuchan, le creen y toman medidas al respecto, evitará que se produzcan secuelas. Al contrario, si el niño no se atreve a contarlo, o los padres le acusan de mentir, o bien le creen pero no actúan en consecuencia, puede sentir que está solo y desprotegido, o que sus padres le han abandonado en un momento en que necesitaba de su comprensión, lo cual, se suma al efecto traumático de la experiencia del abuso. Incluso, puede llegar a ser más traumático sentir que sus padres no confían en él o no lo protegen en un momento crítico, que el mismo hecho de la agresión sexual.
  6. Si la experiencia traumática conlleva haber sido víctima de la acción voluntaria o involuntaria de un tercero, será más fácil de superar si este reconoce su responsabilidad y ofrece medidas reparadoras.

 

Irene, de 36 años, fue víctima del desplome de un falso techo en el almacén comercial donde trabajaba. Sufrió lesiones importantes que la mantuvieron incapacitada durante unos meses. En ningún momento la empresa investigó qué había ocurrido ni dedicó a la trabajadora ninguna atención especial. Simplemente, desde el departamento de personal se limitaron a telefonearla para saber cuándo se iba a reincorporar al trabajo. Paulatinamente se desarrolló en ella la siguiente fobia: no se atrevía a entrar en ningún lugar donde observara que había instalado un falso techo, por lo que le resultaba imposible pensar en la idea de regresar al trabajo, aunque físicamente ya estaba recuperada. A su vez, sufría pesadillas nocturnas en las que resultaba aplastada por distintas formas de derrumbes. Por este motivo se creó en ella un resentimiento hacia sus jefes, a quienes acusaba de no asumir la responsabilidad del accidente laboral en el que se vio involucrada, y de simular que no había ocurrido nada grave. Finalmente, decidió contratar a un abogado para que la defendiera y consiguió que un juez ordenara una inspección de las instalaciones e inculpara a la empresa por no haber cumplido con las normativas de seguridad. La sentencia reconfortó a Irene. La empresa tuvo que ejecutar numerosas mejoras, y cuando los inspectores oficiales las aprobaron, Irene consiguió reincorporarse a su puesto de trabajo. Poco a poco, desapareció su fobia a entrar en lugares en los que había instalado un falso techo, así como las pesadillas nocturnas.

 

Recapitulemos: la experiencia traumática del desplome del falso techo desencadenó en Irene sentimientos de indefensión. El saber que sus jefes no se hacían responsables del accidente, los agravó aún más. Gracias a la intervención del abogado, Irene consiguió que un juez obligara a los dueños de la empresa a asumir sus responsabilidades y garantizar que el falso techo no volvería a caer.

De ahí que los expertos insistan en la necesidad de reparar, por ejemplo, el daño moral causado a las víctimas del terrorismo y a los represaliados de las guerras. Las secuelas de un suceso traumático pueden perdurar durante años, e incluso transmitirse intergeneracionalmente, como Teresa Morandi explica en el libro Trauma y transmisión: «No se trata de una transmisión de síntomas, sino de una identificación inconsciente con el sufrimiento parental, porque falta una palabra por decir. Lo “no dicho” es la vía regia para que aquello no resuelto por una generación pase a la siguiente».1

 

7.   Otro factor que ayuda a superar una vivencia traumática es el hecho de poder extraer una experiencia que sea enriquecedora y útil para evitar que la vivencia traumática se repita. Por ejemplo, alguien que quedó conmocionado al ver que otra persona sufría una parada cardiorrespiratoria puede aprender a realizar el masaje de reanimación cardiopulmonar; alguien que permaneció perdido durante horas en el bosque puede aprender a manejarse con los utensilios de orientación, tanto naturales como artificiales; quien tuvo en el pasado problemas con las drogas puede colaborar en una organización dedicada a la prevención, etc.


  1. Morandi, T., «Transmissió psíquica del trauma als subjectes i entre generacions», en A. Miñarro y T. Morandi (comp.), Trauma i transmissió. Efectes de la guerra del 36, la postguerra, la dictadura i la transició en la subjectivitat dels ciutadans, Xoroi Edicions, Barcelona, 2012, pág. 84.

 

Pau Martínez Farrero, Doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista,

http://agorafobia.paumartinez.cat 

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